Es la
primera vez que voy a escribir una nota respecto a un piloto que me toco muy de
cerca en mi adolescencia, y es que junto a Ayrton Senna, Gonzalo “Gonchi”
Rodríguez, son quienes puedo reconocer como ídolos, por un millón de obvias
razones.
Pero cada
11 de Setiembre, deseo que esa fecha
pero del año 1999 nunca hubiera pasado, que hubiera pasado, si ese Penseke con
el número 3, no hubiera seguido de largo en la curva del sacacorchos, aun recuerdo, cada secuencia del fatídico vuelo
del auto de nuestro compatriota, pero no es ese el recuerdo que atesoro, sino, quizás cuando
toco el cielo con las manos, en ese mismo año, cuando en Mónaco, el sábado antes
de que corriera la Formula 1 dio una muestra de su talento, ganando esa
carrera. Cuando el Uruguay entero hablaba de automovilismo, porque había un
chico, que aceleraba con los dos pies, y siempre mostraba una sonrisa alegre,
que nos hacia sentir orgullosos.
Esta
editorial no será la más larga ni la más rica en vocabulario, pero si la más
cargada de emoción. Porque al recordarlo, recuerdo la satisfacción que sentía cuando
corría y cuando ganaba. El orgullo que transmitía, la alegría, ese luchador
incansable, un piloto extremadamente talentoso, que hubiera llegado sin dudas a
lo más alto, pero siempre recordaremos lo que nos dejo, un campen sin dudas,
que se fue antes de tiempo, pero solo físicamente porque siempre estará en
nuestros corazones.
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